miércoles, noviembre 26, 2008

CORINA SE DIVIERTE EN EL BANQUETE


Qué loco, qué dulcemente loco se muestra esta noche mi Ovidio. Sus ojos no se separan de mi rostro ni de mis manos, y vigila cada uno de mis gestos. Al llegar, mientras los esclavos nos ayudaban a despojarnos de los mantos, se las ha arreglado para ponerse junto a mí y me ha susurrado: “No soportaré que le hagas carantoñas al bruto de tu marido. Si lo haces, empezaré a gritar. Y cuando me pregunten por qué grito, diré que ese hombre odioso me está robando a mi amada”. Le suplico a media voz que no traicione a Cupido ni a nuestra protectora Venus. Sin embargo, sus amenazas, lejos de asustarme, constituyen un acicate.

Nos han colocado frente a frente y cada vez que me ve ofrecer un manjar a mi marido, o ponérselo en la boca, frunce las cejas y lanza rayos por los ojos. Yo le sonrío con beatitud. Justo en el momento en que él arrebata a un esclavo la copa que acabo de entregar para que me la cambien, le digo a su compañera de triclinio: “¿No es ésta la época más hermosa del año? La primavera despierta todos los sentidos y nos incita a amar. ¡Dichosas nosotras, las que tenemos marido…!”


Le cambia el color de la cara. ¡Ah, cómo se altera y se impacienta! ¡Y de qué modo tan insensato y encantador me hace toda clase de señales! Forma letras con el vino derramado sobre la mesa; frunce los labios como para fingir un beso; ríe escandalosamente, o se queda mudo… Hubiera dicho que tenía ante mí a un niño de no haber sido porque he debido visitar las letrinas. Al regresar, él me esperaba bien pertrechado en el espacio oscuro del pasillo. ¿Y quién hubiera podido resistirse a la pasión y el empuje de tal amante? El riesgo de ser descubiertos nos ha enardecido y ha redoblado con furia los latidos de nuestros corazones.

Aplacado el deseo, he vuelto a la sala del banquete y me he tumbado otra vez al lado de mi marido. Al poco, ha retornado Ovidio, sonriente y ufano, como un cazador tras haberse cobrado una pieza. Su compañera de triclinio entonces le ha propuesto un juego de resistencia y contención para practicarlo al final de la cena. “No me pongas a prueba” le ha respondido él, mientras me miraba a mí muy fijamente. “Porque si ningún romano puede contener las aguas tumultuosas del Tíber cuando decide salirse de su cauce, menos aún podría refrenarme a mí”. Ella, confusa, se ha vuelto hacia otros comensales. Y yo he sofocado a duras penas una carcajada. ¡Qué deliciosamente audaz resulta esta noche mi Ovidio!
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NOTA: Ésta es la versión de Corina respecto al texto de Ovidio Banquete comprometido Espero que os haya gustado. Es cada vez más atrevida…

*Detalle de pintura mural representando a Venus y Marte. Pompeya.

**Detalle de pintura mural representando a Venus. Pompeya.

***Detalle de retrato del emperador Septimio Severo. Museo Arqueológico Nacional.Madrid.

****Flores de Isabel Romana. Valencia.

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lunes, noviembre 24, 2008

A LUTACIA, ALUMNA DE SEVERA



Lutacia, niña amada, viniste a mí apenas traspasado el umbral de la juventud, cuando yo había cruzado ya el de la vejez. Trajiste la luz contigo, pues ni siquiera los pájaros eran más alegres que tú y la primera torpeza de tus dedos se deshacía en risas. ¡Cuántas tardes, al terminar la clase, tocábamos juntas en mi jardincillo y te inventabas melodías para acompañar el murmullo de la fuente! La música nos hacía felices y tú te resistías a volver a tu casa.

Al conocer tu muerte, se rompieron las cuerdas de mi pandura.


NOTA: Este epitafio ha sido inspirado por la lápida de la fotografía, colgada en la página de Augustaemerita, quien ha tenido también la gentileza de fotografiarla de nuevo para conseguir mayor calidad. También es suya la información sobre la pandura, antecedente romano de la bandurria. Le estoy muy agradecida.


* Lápida funeraria de Lutatia Lupata, de 16 años, alumna de Severa, quien le dedica la lápida. Museo romano de Mérida. Foto de Augustaemerita.
**Fragmento de pintura mural de la villa de Livia. Museo Massimo alle Terme. Roma.

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miércoles, noviembre 19, 2008

BANQUETE COMPROMETIDO

“Tu marido tiene que acudir con nosotros al mismo banquete: ¡Ojala esa comida sea para él la última! Tal es mi ruego.

¿De modo que tendré yo que contemplar a la mujer que quiero tan solo como un invitado más? ¿va a ser otro el que sienta el placer de tus caricias? ¿Calentarás el regazo de otro sometida a él en perfecta avenencia? ¿será él quien eche la mano sobre tu cuello cuando quiera?


(…) Ven antes que tu marido; no veo qué podemos hacer aunque vengas antes, pero a pesar de todo, ven antes. Cuando él se tienda sobre el lecho del criclinio y tú también vayas siguiéndole, con expresión de modestia, a tenderte a su lado, tócame el pie sin que nadie lo vea. Estate pendiente de mí, de los movimientos de mi cabeza y de la expresión habladora de mi cara: recibe esas señales furtivas y devuélvelas tú también. Te diré con mis cejas palabras que hablen sin voz; leerás palabras en mis dedos y palabras escritas con vino. Cuando te acuerdes de nuestros juegos amorosos, tócate las rosadas mejillas con tu fino pulgar. Si tienes que hacerme algún secreto reproche, cuelgue tu delicada mano del lóbulo de tu oreja. Cuando te guste algo, lucero mío, que yo haga o diga, dé vueltas el anillo sin parar en tus dedos.”


OVIDIO. “Amores”.
Traducción de Vicente Cristóbal López



*Detalle de un cuadro de Alma-Tadema.

**Detalle de un relieve en un sarcófago. Museo Massimo alle Terme. Roma.

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lunes, noviembre 17, 2008

PELIGRO



Graffiti en el muro del templo de Diana en la colina del Aventino:

"Lucio Marco es un mal médico al que se le mueren muchos pacientes. Pero mil veces más peligrosa es su mujer, pues ella te mata de amor sólo con mirarte."




NOTA: Queridos amigos, por razones de trabajo y familiares no puedo atenderos tanto como me gustaría. Trataré de visitaros cuanto antes. Besotes.

*Cabeza de Juno. Museo Altemps. Roma.
**Detalle de ornamentación de un relieve. Museos Capitolinos. Roma.

jueves, noviembre 13, 2008

FORTALEZA



Ayer mismo, Ficinia, mientras veíamos atravesar la calle a un borrico con una carga de leña tan enorme que parecía a punto de quebrarle las patas, te admirabas de la fortaleza del animal. Y yo me admiro de la fortaleza tuya, porque sufrir cada día a un animal como tu amo es más de lo que cualquier borrico podría soportar.




* Detalle de pintura mural representando la Batalla del lago Regilio. Museos Capitolinos. Roma.
** Fragmento de un sarcófago. Museos Capitolinos. Roma.

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lunes, noviembre 10, 2008

CORINA HABLA DE SU SIESTA CON OVIDIO

Dedicado a Antiqva

Hoy Publio Ovidio ha tratado de desnudarme a plena luz del día. Según él, nuestros cuerpos están hechos para ser contemplados y los dioses no pueden aprobar en modo alguno que los ocultemos. Le he manifestado mi vergüenza, y creo, incluso, que mis mejillas se han puesto más rojas que si hubiera bebido una copa de vino sin agua. “Mira la Venus que esculpió Praxíteles” – insistía –. “Ni siquiera ese gran artista respetó el pudor de la diosa. Y dime ¿no te gustaría saber si me pareces más hermosa que ella?” Le he vuelto la espalda para ocultar mi azoramiento y él, aprovechándose de mi debilidad, me ha mordisqueado la nuca y murmurado al oído: “No podré escribir ni un solo verso más si te obstinas en negarle a mis ojos toda posibilidad de inspiración. Y dirán los siglos venideros que fue Corina la culpable de que enmudeciera mi poesía”. Haciendo inútiles esfuerzos para zafarme he protestado: ”Jamás había escuchado argumentos más vacíos!”. Pero sus manos… ¡Ay sus manos...! Esas no necesitan argumentos.

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NOTA: Tras la lectura del texto de Ovidio colgado en este blog con el título “Siesta con el poeta Ovidio”, nuestro común amigo antiqva expresó su deseo de conocer la versión de Corina. A él le debo, pues, la idea de hacer este post. Le estoy muy agradecida por una sugerencia que espero pueda dar más frutos.


*Detalle de la escultura Venus Capitolina, copia romana de la estatua de Venus del escultor griego Praxíteles (s. IV a.C.). Fotografía de Paco Hernández. Museos Capitolinos. Roma.

**Detalle de pintura mural de Anibale Carracci en el Palazzo Farnese.Roma

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miércoles, noviembre 05, 2008

LAS OCAS SAGRADAS DE LA DIOSA JUNO


¿Quién me iba a decir que iría por las calles de Roma en brazos de una esclava…? ¡Menudo ridículo! Hago esfuerzos desesperados por soltarme, pero la vieja Ruda me tiene bien agarrada. Incluso más de la cuenta. No nos ha perdonado a mi ama ni a mi que ayer burláramos su vigilancia y nos escapáramos para ir al mercado.

- Hoy iremos con mi madre a ver la procesión de las ocas – me ha susurrado al oido mi ama hace un rato, mientras yo dormitaba sobre la hierba del jardín. La palabra “oca” ha sacudido de mi cuerpo y de mi mente toda pereza. De un sólo salto ya estaba lista para salir. El ama grande se ha opuesto rotundamente a que yo fuera, pero al final ha accedido a condición de que me llevara en brazos una esclava.

- Ya tienes catorce años y eres una jovencita casadera – le ha advertido a mi ama – así que debes presentarte en público con elegancia y dignidad. ¡Nada de llevar encima a una gata!


Hay mucha gente por las calles y cuesta avanzar, a pesar de los dos fornidos esclavos que nos abren camino. Al fin conseguimos atravesar el foro, subir la cuesta que lleva al Capitolio y aproximarnos al templo de Juno Moneta, donde los esclavos del templo empujan sin contemplaciones a la multitud para abrir paso a la procesión.

Un grupo de flautistas, haciendo sonar sus instrumentos, anuncia la inminente presencia de los sacerdotes. Éstos desfilan con lentitud y paso solemne y a continuación, para alegría mía, un perro crucificado es izado como un estandarte para que puedan verlo todos. Lo reciben con un escandaloso abucheo antes de que sus porteadores comiencen a caminar, seguidos por dos filas de niñas con cestos repletos de grano. Y de pronto aparece, sentada en lo alto de una litera descubierta, adornada con capas y capas de tela de color púrpura y oro, con el cuello ceñido por una cinta roja cuajada de piedras deslumbrantes, con el plumaje hinchado y la mirada estúpida… ¡una oca!


La ovación que le prodiga el público es atronadora. Ruda grita al notar que le clavo las uñas, pero cierra aún más los brazos para sujetarme. ¡Yo a esa oca tan gordita me la zampo...!

Mi joven ama pone una mano sobre mi cabeza. Está emocionada.

- Una vez, las ocas sagradas del templo de la diosa Juno salvaron a Roma – me dice con suavidad, como si quisiera tranquilizarme –. La guarnición apostada aquí, en la ciudadela, estaba durmiendo cuando los galos, amparados por la noche, treparon por las rocas para sorprenderlos. Ni siquiera los perros se dieron cuenta… Fueron las ocas de la diosa las que empezaron a graznar y aletear hasta que se despertaron los soldados y rechazaron el ataque. Juno Moneta – “la que avisa” – fue el sobrenombre que se le dio a la diosa. Y las ocas son alimentadas desde entonces con dinero del erario público. Por eso en este día se honra a las ocas y se castiga al perro.

- ¿Sabes? – añade tras una breve pausa –. Me gustaría muchísimo que tú y yo nos convirtiéranos en heroínas…

Dejo de forcejear y la miro con tristeza. Después de escuchar estas palabras, me falta valor para atacar a esa estúpida oca.

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NOTA: Los galos atacaron y destruyeron Roma a principios del siglo IV a.C. Sin embargo, no consiguieron desalojar a los defensores romanos que se habían refugiado en la ciudadela, esto es, el bastión desde el que se defendía la ciudad, situado en una de las cimas de la colina del Capitolio. Dentro de la ciudadela estaba el templo de Juno, que a partir del episodio que se ha narrado se llamó "la avisadora", esto es, Juno Moneta. Bajo el podium de su templo se fabricaban las piezas de metal que se utilizaban para el intercambio comercial y que, precisamente de ahí, recibieron el nombre de "monedas". Se desconoce la fecha concreta en que se celebraba anualmente esta procesión.

* Gato romano, en las cercanías de la Piazza Campo di Fiori. Roma.

**Lugar donde estuvo emplazada la ciudadela. Las ruinas que aparecen en primer término podrían ser del "auguraculum", el lugar donde se colocaban los augures para observar el cielo. Los edificios de atrás, corresponden a la actual Iglesia de Santa María in Aracoeli y al monumento al rey Vittorio Emmanuele. Piazza del Campidoglio en el Capitolio. Roma.

***Detalle de relieve de una procesión. Ara Pacis. Roma.

****Detalle de mosaico representando un pato. Museo Termas de Diocleciano. Roma.

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