domingo, octubre 07, 2012

ALTIVA RUINA

Así dice el poeta Antonio Manilla:


ALTIVA RUINA


¿Emperador del mundo?

Lo que fuera el imperio ha pasado a la historia.
Yo nada más albergo esta esperanza:
dar a mi sucesor un pedazo de tierra
y el peso de la púrpura.

Sin mucha convicción:
los bárbaros asedian las murallas
—la mitad de mi sangre es igual a la suya—
y conozco mis fuerzas.

Me sostiene la inercia del pasado.

Soy esa altiva ruina
que un día y otro hace frente a los vientos
y una tarde se desmorona al paso de unos pájaros,
vencida por el aire de su vuelo.



Altiva ruina
Julio Nepote estuvo al mando del Imperio Romano de Occidente, de forma efectiva, poco más de dos meses. Fue enviado por León II de Bizancio en 474 para deponer a Glicerio y sus menguados dominios comprendían únicamente la Italia continental, Dalmacia, algo de la Galia y Recia.
Al entregar la Galia a los visigodos, en una negociación sin muchas alternativas, firmó su sentencia: Orestes, líder de las tropas italianas, que en tiempos había sido secretario de Atila, el archienemigo huno de Roma, toma el poder y Nepote corre a refugiarse a su Dalmacia natal, frente por frente a las costas itálicas. Ante la falta de respuesta por parte de Constantinopla, el rebelde nombra emperador a su hijo adolescente Rómulo Augústulo con la intención de gobernar la parte occidental del imperio desde las bambalinas de su paternidad y tutela, aun sin el reconocimiento de Bizancio.
La situación, no obstante, era terminal y el imperio de occidente apenas duraría un año. El inocente muchacho que aunaba en su nombre el del fundador de Roma y el de su primer augusto iba a tener el dudoso honor de ser el último emperador: decapitado su progenitor por Odoacro, otro general indignado igual a él, se dio una regalía alejada de la capital al púrpura mozalbete y se le obligó a entregar los símbolos imperiales al nuevo regente de Oriente, Zenón, disolviéndose lo que un día fuera Roma en un sopicaldo de pequeños reinos.
Ocurría todo esto en el 476 y curiosamente Julio Nepote, que nunca había llegado a abdicar, seguiría vivo y reclamando —nunca había dejado de hacerlo— desde Dalmacia ser el señor de un imperio ya inexistente hasta el año 480, cuando fallece, asesinado probablemente por instigación de Glicerio, el emperador al que él destronó y obligó a ordenarse obispo en un lugar muy alejado de la corte, entonces en Ravena, que resultó ser Salona, la capital de la provincia dálmata.     

  Antonio Manilla. 


NOTA: Mi agradecimiento a Antonio Manilla, poeta y amigo, por ofrecerme generosamente este poema y texto explicativo a fin de que lo compartiera con vosotr@s. Pertenece al libro inédito "La última luz de Roma".

Foto: Foro romano desde el tabularium. Isabel Barceló

16 comentarios:

Dyhego dijo...

Todo pasa...
Vale, Isabel.

Isabel Barceló Chico dijo...

Besazos, dyhego.

Unknown dijo...

Lo malo es que, aunque ruina, "la inercia del pasado" es tan poderosa que sus embates sostienen a todos los salvapatrias.
Besos.

Isabel Martínez Barquero dijo...

¿Qué somos todos si no esa altiva ruina?
Alzamos imperios, pero, antes o después, "nos vence el vuelo de unos pájaros".
Precioso poema.
Besos, querida Isabel.

Aarón dijo...

Pero tampoco hay que olvidar que esa ruina hace un ánimo orgulloso de poseerla. ¿Qué sería de Roma sin esas columnas solitarias, sin esos restos majestuosos, sin esas estatuas magníficas...? Gracias a estos recordatorios podemos apreciar parte de la belleza del pasado, a la vez que constituye toda una belleza para nuestro regalo más preciado, el presente.

Cayetano dijo...

Parece que nos hemos puesto casi de acuerdo.
Un saludo.

Natàlia Tàrraco dijo...

Y luego...sobre esas altivas ruinas cayo la noche del bárbaro, in saecula saeculorum, amén.

La inercia nos sostiene hoy con patéticas columnitas de escayola falsa.

Emotivo poema de Antonio Manilla.
Nos vemos amiga, besitos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola maria luisa arnaiz, ciertamente la inercia sostiene muchas cosas, buenas y malas. Pero más bien actúa en nuestra contra. Besos.

Hola isabel martínez barquero, es un poema precioso, sí. Todo se sostiene hasta que un leve soplo lo tumba. Besazos, guapa.

Hola aaron, estoy completamente de acuerdo contigo. Las ruinas del pasado nos proporcionan cierta melancolía y belleza y nos dan una lección de vida. En el caso de este poema, en realidad es el ser humano, el propio Julio Nepote quien se siente así, pura ruina. Besos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola cayetano, voy a ver ese acuerdo del que hablas... Besazos.

Tienes mucha razón, querida natalia tarràco, cayó la noche y aún parece que estemos esperando el amanecer. Un abrazo muy fuerte.

yolanda carrasco dijo...

Hermoso poema! Muchas gracias por compartirlo Isabel.Besos.

Bertha dijo...

La inercia del pasado es la que nos recuerda la historia de un pasado y...ojalá no se repita nunca más.

Un poema muy emotivo.

Feliz martes Isabel.

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Además de este canto tan bello con el que nos alegras la vista y la mente al leerlo, eres un pozo de sabiduría, Isabel. Tus relaciones entre hechos históricos y documentación es prodigiosa.
Siempre me ha gustado la Roma clásica pero tú has conseguido enamorarme de ella. Gracias.

Un fuerte abrazo, querida Isabel.

Mayte dijo...

Una delicia que se agradece que compartas con nosotros, Isabel!

Besos.

PACO HIDALGO dijo...

La ruina siempre sobreviene después de la gloria, porque esta nunca es eterna. Bellísimo poema. Abrazos, Isabel.

don Gerardo de Suecia dijo...

Un saludo desde Suecia!

virgi dijo...

En altivas ruinas van convirtiéndose las maravillas de antaño...¡cuando pienso en Grecia!

Besos, querida Isabel